DECONSTRUCCIÓN DE PREJUICIOS: LA SOSTENIBILIDAD DEL SECTOR SUCROENERGÉTICO

Hablar de sostenibilidad en el sector azucarero-energético no es solo dar publicidad a las inversiones en recuperación de la vegetación autóctona, reducción del consumo de agua, mejor aprovechamiento de los subproductos y eficiencia energética, eliminación del uso del fuego y mecanización de la cosecha. Como en toda la agroindustria brasileña, se trata de deconstruir prejuicios.

Dicen que “no basta con parecerlo, hay que serlo” y esta frase, en tiempos de comunicación y difusión en las redes sociales, se ha transformado en “no basta con serlo, hay que parecerlo”. En la era del capitalismo de las partes interesadas, la frase “no basta con ser sostenible, hay que parecerlo” representa muy bien los retos de comunicación para los sectores productivos. Cuando se trata del sector azucarero-energético, esto va más allá del ser y parecer ser. En la práctica, lo que vemos es un esfuerzo constante de comunicación, al fin y al cabo, estamos hablando de un sector con más de quinientos años de historia en el territorio nacional.

En los últimos 15 años, el sector sucroenergético, especialmente en el centro-sur del país, ha eliminado voluntariamente la quema de paja de caña como método agrícola previo a la cosecha, sustituyendo la cosecha manual con uso de fuego por la cosecha mecanizada. En esta nueva dinámica, los incendios representan verdaderos daños ambientales y económicos que hay que evitar y combatir. Sin embargo, aún hoy se culpa erróneamente a los ingenios azucareros y a los proveedores de caña de los incendios, muchos de los cuales se originan en los bordes de las carreteras debido a colillas de cigarrillos o botellas de vidrio arrojadas por los automovilistas.

El caso de la eliminación de la quema nos muestra lo difícil que es “aparentar”. Las dificultades para demostrar la sostenibilidad de un sector productivo o de una empresa concreta no son exclusivas del sector sucroenergético y repercuten directamente en su salud financiera.

En este contexto, el mercado financiero ha introducido un nuevo paradigma para calificar a las empresas y los segmentos económicos: ESG. Hoy en día, es imposible hablar de sostenibilidad sin mencionar los criterios ESG (acrónimo de “Environmental, Social and Governance”, que puede traducirse libremente como “buenas prácticas medioambientales, sociales y de gobierno corporativo”).

Entonces te preguntarás: ¿pero el concepto de sostenibilidad no incorpora ya los criterios ESG? De hecho, los criterios ESG pueden verse como una evolución del famoso trípode de la sostenibilidad (social, ambiental y económica), porque ahora las empresas y los sectores productivos saben qué indicadores reconoce el mercado financiero como criterios de sostenibilidad, criterios que les garantizarán el acceso a mejores líneas de financiación, reconociendo así su ventaja sobre los competidores que no adoptan las mismas buenas prácticas en sus cadenas de producción.

En resumen, el mercado financiero ha empezado a buscar indicadores medioambientales, sociales y corporativos para identificar lo que “parece ser”, lo que permite una calificación diferenciada y el reconocimiento de quienes son verdaderamente sostenibles.

Aunque todavía no existe una certificación ESG o una etiqueta específica que califique a una empresa o sector como segmento de inversión ESG, existen instrumentos que orientan esta calificación. El índice S&P de la Bolsa de Brasil (B3) es un buen ejemplo de cómo el mercado financiero reconoce este tipo de iniciativas en las más diversas cadenas de producción.

Sin embargo, en el caso del sector sucroenergético, al tratarse de un sector extremadamente heterogéneo, compuesto esencialmente por grupos familiares de propiedad privada, así como por grandes grupos multinacionales de propiedad pública, sería injusto limitar la calificación de una empresa como ESG únicamente por su participación en la lista B3 de S&P.

Así, desde una perspectiva ESG, el reconocimiento del “parecer ser” del sector sucroenergético puede y debe verificarse también mediante certificaciones y programas sectoriales, como RenovaBio, Etanol Más Verde, Bonsucro, o incluso la adhesión a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.

Evolucionar y seguir produciendo alimentos y energía limpia y renovable ha sido el compromiso del sector sucroenergético brasileño. El aprovechamiento de los subproductos de la caña de azúcar para producir electricidad y biogás, la fertiirrigación con vinaza, así como las inversiones realizadas en la recuperación y protección del medio ambiente, la recualificación de la mano de obra y la adopción de mejores prácticas de gobernanza son también importantes indicadores que garantizan la sostenibilidad del sector sucroenergético.

Solo en el estado de São Paulo, el Etanol Más Verde se ha traducido en más de 54 millones de plántulas de vegetación autóctona plantadas en los últimos 15 años, más de 200.000 hectáreas de bosque de ribera protegido, una reducción del consumo de agua de 5 m³/tonelada de caña de azúcar procesada en los años 90 a 0,7 m³/tonelada en 2023, más de 400.000 trabajadores recualificados, por no hablar de los 22.600 GWh de electricidad producidos a partir del bagazo de caña.

Ser sostenible es lo que impulsa la innovación en el sector sucroenergético, y ahora el mayor reto es conseguir que esto sea reconocido a nivel nacional e internacional, demostrando que mucho más allá de “parecerlo” y de las frases de impacto, la sostenibilidad en el sector es algo que se practica a diario, con el compromiso de todos, ya sea en las ciudades, en el campo o en la industria.

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